Langa del Castillo es una localidad situada al suroeste de la provincia de Zaragoza, en pleno Sistema Ibérico, a unos 880 metros de altitud, formando parte de la Comarca Campo de Daroca. Su censo es de 120 habitantes aproximadamente, pero allí residen muchos menos. Es un pueblo más de la llamada Serranía Celtibérica, uno más de la España vacía.
En él nace el río Perejiles, cuyas aguas vierten al mar Mediterráneo, pero, eso sí, lo hacen sumándose a las del río Jalón y el Ebro. Tiene un poco de todo: iglesia, ermitas, castillo, piscina, frontón, parque, pabellón y bar. Aunque casi todo en Langa es mínimo: el río, las ermitas, el castillo, el censo y el bar; solo destaca por su tamaño la iglesia y la naturaleza de sus habitantes.
Se vive de lo que se puede, y lo que se puede en Langa, que es tierra de secano –el Perejiles da para lo que da–, es ante todo cultivar cereales, a eso hay que añadir algunas explotaciones porcinas y una cunícola. La agricultura y ganadería tradicional hace tiempo que desaparecieron.
Langa fue el primer pueblo de la provincia en llevar a cabo una concentración parcelaria. Su paisaje, por tanto, muy condicionado por la acción humana, es de grandes extensiones de tierras de cereal que le confieren distintos matices de color en virtud de las estaciones del año: un mar verde en primavera, que se torna amarillo en verano y alcanza unos tonos marrones discontinuos, preciosos, en otoño, cuando es época de siembra. Apenas hay árboles, si exceptuamos las carrascas propias del monte bajo que limita el término por el norte.
En cuanto al conjunto urbano, las casas se levantan al pie de una meseta rocosa. Sobre ella, un castillo: algunos tramos de lienzo de muralla, pocos –más se intuye que se ve–, y cinco torres (una de mampostería que da acceso al recinto; otra, la más alta, de sillares, en el centro, dominando el espacio; otras tres ya desgastadas). No hay más.
Los que saben dicen que desconocen desde cuándo ese cerro fue fortaleza. Suponen que lo fue bajo el dominio musulmán y muy probablemente mucho antes. No lo suponen sin fundamento, porque la historia del entorno y los pequeños restos encontrados hablan de musulmanes, visigodos, romanos y celtas.
Sobre el castillo se fueron haciendo ampliaciones y reformas, sobre todo a finales del siglo XIII o principios del XIV, una época de mala vecindad con el reino de Castilla; ahí probablemente se edificó la torre central y algo más tarde la iglesia anexa. En la pared este de la torre del homenaje se aprecian las señales de la estructura de la vieja iglesia, hoy ya desaparecida, pero que en su interior albergó el magnífico retablo, una joya de la pintura gótica, pintado entre 1418 y 1430 por quien los expertos han dado en llamar “Maestro de Langa” y que probablemente fue el pintor de retablos “Martín del Cano”, que ahora se sitúa en el altar mayor de la nueva iglesia.
La iglesia y su retablo
Desde el año 1629, fecha de su inauguración, preside lo que hoy es plaza de Langa, que antes fue cementerio, una espléndida iglesia bajo la advocación de San Pedro Apóstol.
El interior es de planta rectangular, con tres naves y cabecera con ábside semicircular. Posee una espléndida fachada de estilo clásico construida en piedra de sillería. Originariamente la torre, ahora almenada, tuvo otro aspecto, aunque fue derruida junto con la cúpula central a mediados del siglo XIX. En su interior y presidiendo el altar mayor se puede contemplar el retablo gótico mencionado antes, compuesto de hermosas pinturas sobre tablas en las que se representan una mezcla de contenidos: la vida y martirio de San Pedro, escenas de la vida de la Virgen, pasión y muerte de Cristo e imágenes de santos y profetas. Hay otros retablos en la iglesia de los siglos XVII y XVIII, entre ellos destaca por su valor artístico el retablo escultórico de la Virgen del Rosario.
La iglesia y sus retablos son de visita imprescindible para almas sensibles a la belleza…